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MARTA PUIG BELLACASA LANDSCAPE STUDIO

Marta Puig de la Bellacasa es la diseñadora de paisajes encargada de aportar un toque natural a los espacios exteriores de Plácido y Grata.
Plácido y Grata

Ingeniera Agrónoma de formación, la madrileña cuenta además con educación específica en arquitectura de paisajes adquirida en Inglaterra, así como con una gran experiencia en el diseño de jardines y paisajes, empezó como junior paisajista en el equipo que diseñó los Parques de las Olimpiadas de Londres 2012, hoy el Queen Elizabeth Park. A su vuelta trabajó en el Estudio de Fernando Caruncho, referente internacional en el paisajismo.

En 2014, se asentó en Sevilla y comenzó a trabajar como freelance hasta fundar su propio estudio: Marta Puig Bellacasa Landscape Studio.

Gracias a su amplia y rica experiencia, Marta Puig ha trabajado en numerosos proyectos internacionales junto a numerosos arquitectos, ingenieros y promotores, siempre inspirada por las posibilidades que le ofrece cada paisaje.

¿Qué te llevó a dedicarte al diseño de paisajes?

Siempre tuve la duda al escoger mi especialidad en Agrónomos, elegí paisajismo en vez de viticultura, mi otra alternativa. Creo sinceramente que la dedicación y el trabajo te permite sobresalir en casi cualquier campo al que uno se dedique, siempre y cuando uno busque dar lo mejor de sí mismo.

¿Qué es para ti el paisaje?

El arquitecto Luis Barragán decía en una cita famosa, que un jardín bien logrado, debe contener el Universo entero. Es un tanto abrumador, pero eso es el paisaje, poesía para la vista. Por otro lado Lorca, decía que era un lugar para cometer bellísimos pecados. Al final, el paisaje es desde una escena hasta un recuerdo de un lugar visitado. Es capaz de evocar, crear e inspirar maravillosos pensamientos, sensaciones e interacciones. 

Plácido y Grata

¿Cómo suele ser tu proceso creativo? 

Siempre hay una parte de trabajo previo, de investigación y búsqueda de una idea o un concepto, donde es importante una visita al sitio para entender la orientación, la topografía y todos los elementos que lo componen. La luz es lo más importante a priori. Hay que entenderla para darle uso al espacio y estacionalidad (al final uno crea un escenario y la luz es solo la del día y las plantas solo crecerán con la que el lugar da originalmente, el resto de factores se pueden forzar hasta el límite y buscar soluciones técnicas  para solventarlas). Hoy en día, creo que es la luz la que marca las pautas que se conocen en la literatura paisajística como el Genio del Lugar, ese que te dice lo que le hace falta para ser bello y espectacular. Pero es una visión filosófica de origen inglés donde el paisaje se mide por su grandeza (y tamaño). 

Luego hay un proceso de creación de ideas, de errores y aciertos, de dibujar y dormir todo ese proceso para que de repente  (y tras ese trabajo que puede durar días o semanas) surja con claridad lo que uno cree y siente que puede hacer para enriquecer la vida de las personas que se van a mover por ese paisaje/jardín que queremos crear para ellos. Y  mucha comunicación, hay que explicar con emoción y con ganas y buscar soluciones técnicas para que esa idea, lo primordial de ella, la razón por la que se hace ese proyecto se vea en la ejecución y ya al finalizar la obra. Después, las estaciones ayudan a hacer lo demás, pero la estructura que se crea y la ambición del proyecto debe empezar a verse desde el principio. Grande o pequeño. 

Fue un gran riesgo puesto que eran productos no sólo diferentes sino también más costosos, aunque lamentablemente es lo que tiene hacer las cosas bien. Tuvimos que reeducar al cliente en que existen otras opciones, que el pan no tiene por qué sentar mal, ni la leche si es buena. Eso sí, una vez se sentaron a probarlo, el producto habla por sí solo. Así completábamos el círculo y servíamos de inspiración para que cada uno en casa volviese a su cocina y transformase esos productos. Ese ha sido nuestro mayor reto, el mejor aprendizaje y el resultado más satisfactorio: la soberanía alimentaria de aquél que entra por nuestra puerta. Es cuestión de elecciones. 

¿Cómo ha sido trabajar para Plácido y Grata? ¿Qué querías reflejar?

Es el primer hotel en el que he participado. Y la verdad es que estoy súper contenta con el resultado. Para mi crear un jardín tiene una parte romántica y bucólica, elegante y minimalista, pero debe derrochar gracia y debe tener un punto salvaje, como la naturaleza misma. Buscábamos contrastes de texturas, de hojas, de colores. Y al mismo tiempo una inmaculada sencillez. Cada planta, cada espacio, exterior o interior, tiene su icono. El pasillo con el cactus de candelabro y el ágave de cuello de cisne muestran la belleza de la arquitectura que las plantas tienen por naturaleza.

 

 En el patio principal la mezcla del jazmín estrellado y la parra ornamental se entremezclan, y en invierno -la parra- deja entrever la celosía de tensores en forma romboidal, sutil y sencilla que se diseñó para no competir con la arquitectura. Las macetas de terracota blanca de la entreplanta llenas de plantas suculentas y palmitos de nuevo buscan el contrapunto con la sencillez y devenir del tiempo. El efecto ‘asilvestrado’ de naturaleza abigarrada, bucólica y romántica lo aporta el mix de plantas mediterráneas que asoman hacia el patio. Al final se busca la calidez, es un difícil equilibrio. Sobre todo cuando uno quiere salirse de los esquemas o investigar nuevas opciones. Nuestro clima cambia y hay que buscar alternativas que funcionen.

 

¿Qué elementos buscabas introducir en el hotel y qué ideas tratabas de poner de manifiesto?

El concepto del hotel en sí es minimalista pero cálido. Creo que cuando me llamaron para unirme al equipo ya sabían lo importante que era introducir las plantas y una estructura que le dé identidad a lo largo de todo el año como un valor añadido a la arquitectura. La vegetación debe ayudar a reconocer el hotel y lo que Plácido y Grata quiere mostrar y el tipo de servicio que quiere dar. Era la manera de darle un extra y hacerlo acogedor. Las plantas tienen la capacidad de dar frescor, pero también, texturas, colores, estacionalidad. Crea espacios, recodos, aporta privacidad, y muchas más sensaciones que ayudan a evocar la imaginación, la creatividad, la calma… Belleza y funcionalidad, ambas van de la mano, y la propuesta buscaba ese equilibrio.

 

¿Cómo sueles trabajar la integración de la arquitectura y el componente vegetal?

Idealmente cuanto antes te llamen para formar parte del equipo mejor para poder realmente integrar uno con otro. Sin quitarle importancia a la arquitectura, ella debería venir después. Las plantas no crecen de cualquier forma ni en cualquier sitio. Si uno le da valor al jardín, y quiere un paisaje en su casa, un jardín que se lea desde dentro y desde fuera donde la vegetación esté más o menos presente, debe considerarse una prioridad desde el principio. La ubicación de un árbol, una jardinera, su construcción, el riego, el drenaje, la sombra, el frescor, la importancia de la posición de una alberca o piscina todo eso condiciona la casa y la construcción de esta. Y mucho más si alguien tiene un deseo concreto o una idea concreta de lo que quiere para su jardín. La naturaleza es tan increíble como limitante.

¿Qué es lo que más te llama la atención de Sevilla y cómo has conseguido aunar estas influencias?

Sevilla es una belleza, se podría decir que es la Florencia española. Pero, sin duda el clima. Sevilla te puede sorprender pues hay lugares que pueden ser frescos todo el año (en algún momento del día), y de eso es de lo que debemos aprender. Y sumar nuevas tendencias y la búsqueda de jardines capaces de mantener su aspecto natural, su romanticismo, su naturaleza intrínseca, pero que no mueran agostados. Hay mucho camino que recorrer, pero es un buen sitio para comenzar. Hay que aunar tradición, abrazar las cosas que realmente funcionan y evolucionar a través de nuevas especies y de un trabajo y técnicas que incluya a especialistas del paisaje para desarrollar proyectos de jardines y paisajes sostenibles, eficientes, que integren la naturaleza en el entramado de la ciudad para formar la Sevilla del futuro.

La vegetación posee la capacidad de ayudar a dar identidad a los espacios, mejoran el bienestar de la gente que los vive y ayudan a cohesionar una ciudad. En cuestión de jardines, Sevilla es olor a azahar (naranjo, jazmines), fucsia (buganvilla) y grandes hojas verdes (acanto, costilla de adán). Abrazando esto, hay mucho camino que recorrer. Y, Sevilla no es la única.

¿Qué tipo de variedades sueles emplear en tus composiciones?

El lugar dictamina lo que podemos plantar, siempre Mediterráneo, y cada vez existen más y más especies en producción y novedades que ni siquiera yo conozco -hay que estar al día con los catálogos y productores-. Estas se deben entremezclar con plantas Mediterráneas procedentes de otros lugares como Sudáfrica (de donde proviene el Agapanto), California o Australia. En estos dos últimos se puede decir que van más a la vanguardia. Las técnicas de plantación son fundamentales: la tierra, la cantidad de agua junto con el estrés hídrico y el acolchado de grava.

 

En Plácido y Grata hay una cactus candelabro sin espinas, agaves attenuata, palmitos, cicas, westringia (romero australiano), jazmín estrellado, plumbago, metrosidero, lentisco, pitosporo, lavanda, sedum, agapantos, pero también hay kentias, filodendros, y monsteras entre otras. Combinan tonos de verdes (oscuro, gris, lima) con formatos y tamaños de hojas, y el color de las floraciones (púrpuras, blancos y azules) y el otoño (rojos y naranjas).

Todos soñamos con tener nuestro pequeño jardín, pero habrá que ir poco a poco. ¿Nos recomiendas alguna(s) planta(s) de interior de cuidados sencillos y que aporte algo de vida a nuestros entornos?

Hay numerosos ficus, kentias y filodendros que podrían funcionar en un rincón iluminado y si no hay mucha corriente, relativamente poca agua. Helechos o rapis también funcionan bien y no necesitan un gran cuidado. Pero sin duda lo mejor es encontrar un lugar en un balcón o terraza, donde plantar aromáticas. Si es un pequeño jardín, hay que ponerle mimo y saber que las plantas no siempre están en su punto álgido, que tiene su ciclo vital y que en una maceta no se encuentran como en casa, por eso hay que mimarlas. 

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